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Mostrando entradas de enero, 2015

Nostalgia de las azoteas

¿Cuanto hace que no suben a la azotea de su edificio? Probablemente mucho. Puede que tengan la suerte de vivir en un pueblo, en una casa, en un barco o en las nubes, y tengan cielo y sol de sobra, e incluso noches estrelladas, de esas que cuando las redescubres te recuerdan lo perdida que está tu alma en la ciudad. Y si es usted de los que suben a menudo, se habrá dado cuenta del extraño vacio que las habita. Lo que han sido y lo que son. Desde mi balcón, y justo arriba tengo mi olvidada azotea. Desde arriba el mundo parece de juguete. Que nos hayamos olvidado  de las azoteas es un mal síntoma. Las azoteas son lugares mágicos, atalayas desde donde mirar con amplia perspectiva la vida en la calle; son rincones cómplices, refugio de adolescentes, de sus confidencias, de caladas que brillan en la oscuridad, de ropa tendida bailando con el viento, entorno ideal para estar en paz, para pensar; o mejor, para no pensar, cerca del cielo y de la poesía. Pero desde hace un tiempo